martes, 13 de marzo de 2012

8 de marzo, Día de la Mujer 2012 (y todos los demás del año, también)



Este es mi particular homenaje a las mujeres. Es una entrevista que hace mucho tiempo me apetecía hacer. Cirila Páez representa a las mujeres de La Graciosa, una pequeña isla al Norte de Lanzarote. A ella, en particular, le doy las gracias por concederme esta oportunidad, y a todas las féminas que ella representa, mi más sincera y rendida  admiración y respeto...
  

“Subíamos el Risco aún de noche, descalzas, con una cesta de pescado en la cabeza…”

Se llama Cirila y pertenece a una de la últimas cuadrillas de mujeres que cada día iban desde La Graciosa a Máguez y Haría a vender lo que pescaban los hombres y volvían con otros víveres


Se llama Cirila Páez Betancort. Es de La Graciosa y hace poco cumplió 79 años. Pertenece a la última generación de aquellas mujeres de encomiable entereza y resistencia que cada día subían y bajaban el Risco de Famara para vender, tierra adentro, el pescado que sus hombres traían a casa. Iban sólo mujeres, en grupos de unas diez a quince, de distintas edades. Hoy quedan pocas de aquellas mujeres. Algunas son familia y las demás, vecinas. Que en La Graciosa es casi lo mismo.     


“Yo tenía 12 años, tal vez menos, la primera vez que fui. Recuerdo que me pagaban 75 céntimos de peseta cuando subía, e iba sólo si había pescado para vender. Había chicas y mujeres que iban todos los días. Nunca descansaban… A ellas les pagaban dos o tres pesetas –a groso modo calcula Cirila que serían como tres euros de hoy, una miseria- y las madres cuando regresaban, tenían que ocuparse de la casa, de la comida, de la ropa, de los niños, del marido…”

“Íbamos descalzas. Llevábamos las alpargatas en una bolsita de tela y nos calzábamos para entrar en la población. Subíamos cuando aún era de noche, a la luz de la luna. Los hombres nos dejaban en la playa de Bajo el Risco y se iban a por el guelde para luego pescar. Cargábamos sobre la cabeza cestas de palma con el pescado que ellos trajeron el día anterior. Lo vendíamos en Ye, en Máguez y en Haría, y con parte de ese dinero comprábamos papas, arroz, azúcar, fideos, gofio… Al caer la tarde volvíamos. Bajábamos el Risco y regresábamos con los hombres a La Graciosa, en sus barquillas”.


“Creo que fue a principios de los años 50 –recuerda Cirila- la última vez que fui. Tenía 17 años y caí enferma de tuberculosis. Me curé en el Hospital Insular, en Arrecife”. Reconoce que se emociona cuando se juntan entre ellas algunas de esas auténticas mujeres de hierro y les cuentan a sus nietos sobre la dureza de aquéllos días…


“Antes de salir las madres nos daban yemas con vino y un poco de gofio, era como una de esas bebidas energéticas que toman los chicos de ahora –ríe- y con eso teníamos que tirar casi todo el día…” También ha recuerdos de auténtico dramatismo… “Me recuerdo a mí misma más de dos y tres veces llorando porque no podía caminar más. Teníamos los pies ensangrentados  de andar sobre las piedras y el picón… Nos echábamos un puñado de tierra para que cicatrizaran las heridas, y si nos hacíamos un corte, usábamos pimentón. Entonces servía, porque además era lo que había…”


A pesar de ser un trabajo tan duro y terrible, correspondía sólo a las mujeres… “Sí, claro… Los hombres no eran capaces de llevar como nosotras una cesta en la cabeza. Ellos lo harían en un saco al hombro y así el pescado se estropea. Además, los niños iban a la escuela… Nosotras también, pero cuando había que vender pescado, tocaba subir el Risco para ayudar a la familia. Fueron años de mucha hambre, mucha necesidad. Afortunadas si conseguíamos o alguien nos daba un puñito de gofio…”, afirma con ternura esta auténtica mujer de hierro. 

1 comentario:

  1. Gracias 'Chinijo' por ayudarme a dar difusión a esta entrevista. Me gustaría que llegara hasta la señora Cirila y que ella pueda leerla. Y como ella, a las que quedan de esa generación y a todas las mujeres de esa isla pequeñita y encantadora, que seguro llevan en la sangre ese gen de luchadoras incansables. Son un orgullo para las mujeres y un motivo de admiración e inmenso respeto para nosotros los hombres. ¡¡Un beso a todas!!

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