miércoles, 29 de agosto de 2012

La Sal, también es “Identidad graciosera”


Antaño en la época estival, es decir, en los meses de julio, agosto y septiembre  los gracioseros: cesto en mano y pa`atrás (es decir cruzar la isla)  con dirección a las charcas a recoger la preciada sal  para obtener el conservante con el que sazonar los alimentos perecederos y poder soportar el posiblemente duro invierno que se avecina. Después de raspar (coger sal en los charcos) la dejaban “orear”  un rato encima de una roca plana e inclinada para que se fuera desangrando, es decir, perdiendo el agüilla, para de esa manera la carga fuera más liviana.


El medio más común para trasportarlo en aquellas épocas no muy lejanas era el burro o el camello y los que no tenían esa herramienta de transporte se lo echaban a la cabeza o en una Jena (especie de mochila que se colgaban detrás de la espalada, principalmente hecho de la pata de un pantalón de agua que se utiliza para la pesca) con rumbo hacia Caleta de Sebo. 


 
En tiempos pasados, esta materia que nos brinda la madre naturaleza, se utilizaba para conservar los alimentos, tanto para salar carne, tocino como principalmente salar el pescado. Con la llegada de la electricidad a la isla, todo cambió y los métodos de conservación se transformaron, dejando a un lado la preciada sal para pasar a los modernísimos congeladores y con ello “una gran revolución” en los métodos de conservación. 



 
Pero, como siempre hay un pero. Hoy en día la sal se sigue recogiendo en los charcos de la Isla de La Graciosa, pero el transporte no es como a la antigua usanza, sino con la nueva herramienta que en muchas partes del mundo se utiliza a diario que es el famoso coche.


 
La sal sigue siendo una muestra más de la identidad graciosera, que sigue perdurando con el paso del tiempo. La blancura de la sal graciosera es muy apreciada y utilizada en la cocina por su pureza y sabor, dando un toque a los “caldos” que cada graciosero prepara en su respectiva vivienda con un fisquito de esa cristalino y diáfano ingrediente graciosero. 


 
Como una imagen vale más que mil palabras, esas cualidades las pueden comprobar en las instantáneas que están incrustadas a lo largo de este post. Les invito ahora a que cada uno de ustedes analice la transparencia de la sal graciosera. Si bien es cierto, que no se podrá degustar a través de la pantalla, también es indiscutible que a través de la imaginación podemos percibir lo que deseamos para nuestro paladar. Ahora toca a cada uno sacar sus propias conclusiones, de las que seguramente habrá variadas y para todos los gustos.


 
¡Pero con una pizca de sal graciosera!


 

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