sábado, 15 de agosto de 2009

Cuál es la moraleja de esta historia


…La nueva casa estaba terminada cuando Úrsula lo sacó de su mundo quimérico para informarle que había orden de pintar la fachada de azul, y no de blanco como ellos querían. Le mostro la disposición oficial escrita en un papel. José Arcadio Buendía, sin comprender lo que decía su esposa, descifro la firma.

- ¿Quién es este tipo? – preguntó.

- El corregidor –dijo Úrsula desconsolada-. Dicen que es una autoridad que mandó el gobierno.

Don Apolinar Moscote, el corregidor, había llegado a Macondo sin hacer ruido. Se bajó en el Hotel de Jacob –instalado por uno de los primeros árabes……Puso una mesa y una silla que le compró a Jacob, clavó en la pared un escudo de la república que había traído consigo, y pinto en la puerta el letrero: Corregidor. Su primera disposición fue ordenar que todas las casas se pintaran de azul…. José …., con la copia de la orden en la mano, lo encontró durmiendo la siesta en una hamaca que había colgado en el despacho. “¿Usted escribió este papel”?, le pregunto. Don Apolinar Moscote, un hombre maduro, tímido, de complexión sanguínea, contestó que sí. “¿Con que derecho?”, volvió a pregunta José Arcadio Buendía, Don Apolinar Moscote buscó un papel en la gaveta de la mesa y se lo mostró: “He sido nombrado corregidor de este pueblo”. ….

- En este pueblo no mandamos con papeles – dijo sin perder la calma-. Y para que lo sepa de una vez, no necesitamos ningún corregidor porque aquí no hay nada que corregir.

….hizo un pormenorizado recuento de cómo habían fundado la aldea, de cómo se habían repartido la tierra, abierto los caminos e introducido las mejoras que les había ido exigiendo la necesidad, sin haber molestado a gobierno alguno y sin que nadie le molestara. “Son tan pacíficos que ni siquiera nos hemos muerto de muerte natural”, dijo…..porque ellos no habían fundado un pueblo para que el primer advenedizo les fuera a decir lo que debía hacer……..

- De modo que si usted se quiere quedar aquí, como otro ciudadano común y corriente, sea bienvenido –concluyó José Arcadio Buendía-. Pero si viene a implantar el desorden obligando a la gente que pinte su casa de azul, puede agarrar sus corotos y largarse por donde vino. Porque mi casa ha de ser blanca como una paloma.


Fuentes: Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Edición conmemorativa, Real Academia española y Asociación de Academias de la Lengua española; editorial: Alfaguara; año 2007; paginas 69, 70 y 71. Y elaboración propia.

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