Cuando el invierno llega con su ira borrascosa y la lluvia cae como en estos días pasados, empapando la tierra, semillas ocultas a los ojos de los mortales comienzan a germinar. Como si de un golpe de magia se tratase, la tierra se viste de una forma prodigiosa e irreal, y hace florecer estas semillas, tanto de la ceniza del volcán, como de la fina y gruesa arena que cubre toda la isla. De toda ella hace brotar una vida diferente y colorea con incontables tonos imaginarios a numerosos rincones de la isla.
La Graciosa que es merecedora de ser descubierta en su totalidad y siempre respetando el entorno como nos han enseñado nuestros ancestros sin convertirlo en un lodazal de palos, cadenas y artilugios modernos que rompe con todo el encanto de la isla en todas sus vertientes y como no, con toda su idiosincrasia graciosera.
Aquí pongo unas fotos de cómo la isla cambia de color y deja de ser inerte, convierte todas sus laderas, sus barrancos y muchos lugares en un espectáculo digno de ser admirado.
El poder de la naturaleza no se detiene y pone en vida un desierto con una savia nueva.
Elaboración propia, es decir, del administrador de la página.
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