“Entre las virtudes que justifican
otorgarle a La Graciosa su cercanía con el paraíso hay una que considero
impagable: ser niño en esta isla. Sin coches, sin asfalto y abocados a la vida
de playa y costa, agua y juegos y sobretodo arena, arena por doquier. Se
conjugan todos los elementos propios para la ludicidad, el juego manda. Da
igual las edades, la mezcla es aboluta. Ya nos "escandalizamos"
positivamente de cómo
viven los chavales en la isla hace cuatro años. Por las tardes de marea
alta hay una afición clásica, penalizada en Donostia, lanzarse desde lo alto
del malecón que está justo delante del horno. Acabada de consumir la pasta de
merienda de rigor de lo que se trata es de lanzarse a las aguas siendo preciso
pues hay rocas laterales. Esa falta de miedo al abismo, esa temeridad y en definitiva
esa alegría merecen homenaje. Infancia y mar, nada más.”
Fuente: Con el permiso para su
reproducción de: http://www.ousferrats.com/
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