martes, 21 de julio de 2009

La octava

Ante el presidente del Gobierno de Canarias, el Consejo de Ciudadanía de La Graciosa planteó disponer de instituciones públicas propias para abordar y resolver sus problemas. Al declarar su mayoría de edad y proponer su emancipación, los gracioseros ponen sobre la mesa un cambio en la estructura político-administrativa del Archipiélago que, antes o después, será una realidad.

La Graciosa es una isla, no un islote. Poderosas razones históricas, unidas al desarrollo económico y social alcanzado en las últimas décadas, justifican sobradamente la demanda. Ésta pudiera concretarse en un Ayuntamiento propio, independiente del de Teguise, a la que la islita está adscrita en la actualidad. Se está tardando. Y, por qué no, hasta en un Cabildo propio, o en una combinación mixta Cabildo-Ayuntamiento. Lo interesente del asunto es que si llegara a constituirse un nuevo Cabildo, con los profundos cambios legislativos que ello acarrea, La Graciosa se erigiría en una nueva circunscripción electoral en el ámbito autonómico, con lo que tendría derecho a contar con un parlamentario, al menos. Ojo, Y hasta con un senador.

Será así o asao, pero los gracioseros necesitan auto administrarse y no que los sigan mal administrando. Comunicaciones exteriores, trazado urbano, residuos, promoción de la juventud, tercera edad, agua, luz, cultura o festejos son aspectos que ellos conocen mejor que nadie y saben cómo resolver. Pero hay otros aspectos en los que la población necesita autonomía de gestión. Los gracioseros viven en un espacio natural y en una reserva marina en los que se cruzan, y se enredan, competencias del Estado, de la Comunidad Autónoma y de orden cabildicio y municipal, mientras que ahora mismo, no dejan de ser meros convidados de piedra.

La Graciosa puede llegar a convertirse en un ejemplo para todo el país en materia de gestión ambiental y desarrollo sostenible, incluso desde la vertiente de la autosuficiencia energética. Pero, también, en un modelo de convivencia entre el pleno desarrollo personal y la satisfacción colectiva de las necesidades humanas en un marco de explotación racional y de preservación de los recursos naturales. Está cada vez más cercano el día en que vayamos a La Graciosa a aprender de sus habitantes, y no sólo a comer pescado.

Fuente: http://www.diariodelanzarote.com/opinion/2009/07/20072009-mario_alberto_perdomo.htm

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