jueves, 23 de abril de 2009

Hoy Día del Libro

Desde este blog, en un día tan especial para los amantes a la lectura y como no para los que quieran entrar en este mundo tan mágico como son los libros, les recomiendo una trilogía “Océano” del escritor canario Alberto Vásquez Figueroa.

Este es un pequeño párrafo del libro Océano; cuando llegan los Perdomo “Maradentro” a la Isla de La Graciosa:

“…De La Graciosa conservaba uno de los recuerdos más hermosos de su vida, cuando al cumplir los diez años toda la familia embarcó en la goleta para pasar cinco días anclados al socaire de la isla, participando en los últimos preparativos, la ceremonia y los festejos de la boda del mejor amigo de Asdrúbal y Sebastián.

El muchacho, que no había cumplido aún los veinte, llevaba ya tres años levantando la casa en que conviviría con su novia, y era tradición, entre los habitantes de la isla, que todo el pueblo ayudara en el trabajo de alzar el hogar de una nueva pareja los días en que la mar no permitía salir en busca de sustento.

En La Graciosa, a la que llamaban en el archipiélago «La Isla de las Dueñas Costumbres», todo se hacía en común; desde construir las casas, a reparar los barcos, cuidar a los enfermos o mantener limpio y «enjalbegado» el pueblo, y a Yaiza le había quedado especialmente marcado el impacto que producto en su madre el haber asistido en aquellos días a una ceremonia de «Reparto».

Durante todo el año la tripulación de cada barco iba entregando a una anciana el producto de la venta del pescado, y la buena mujer se encargaba de guardarlo ―casi siempre en forma de monedas de duro― en un pesado arcón de madera.

Concluida la «zafra» y siempre en vísperas de bautismos y casamientos, las tripulaciones se sentaban en la arena en torno a las ancianas y éstas iban depositando una moneda delante de cada hombre, aunque añadiendo luego un montoncito más parra las reparaciones que necesitase el barco, otro para los enfermos, un tercero para los convecinos que por cualquier motivo no hubieran podido salir ese año a la mar, y un último destinado a las viudas y huérfanos.

Para Aurelia Perdomo aquel había constituido el más bello ejemplo de solidaridad de que hubiera tenido nunca noticias, y pasó semanas insistiendo a sus hijos, y a quien quisiera oírle, que si todo el mundo imitara el ejemplo que La Graciosa venía dando desde los < más remotos tiempos, la mayoría de los problemas de la humanidad desaparecerían, aunque para Yaiza, con diez años, lo inolvidable de aquellos días había sido correr con otros niños por la inmensa Playa de las Conchas, bucear en los nuevos, desconocidos, y ricos fondos del Canal que las separaba de la isla grande, y atiborrarse de pasteles, sandía e higos secos, en una de las más alegres y maravillosas fiestas de que guardara memoria…….”

Fuente: Vázquez-Figueroa, Alberto (2008) Océano. Bubok Publishing S.L., 2008; 1º Edición.

4 comentarios:

  1. hola de nuevo, lei el resto del comentaro, y tienes razon, asi que no hagamos caso, si la consideramos isla pues asi debe de ser, sin llegar a nada por supuesto, pero como bien dices, si esta rodeada por todas partes, indudablemente es una ISLA, un beso, mery

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  2. Enhorabuena por este artículo. Pienso que la lectura enriquece mucho a todos y es algo que uno siempre lleva consigo y no cuesta nada.
    El libro es muy divertido, según tengo entendido.
    Un abrazo

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  3. Hola, querría saber si aún se siguen manteniendo estas costumbres en La Graciosa.
    Gracias.

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  4. Muchas de esas buenas costumbres sean perdido con el paso del tiempo, aunque algunas todavía perduran, como por ejemplo a la hora de varar un barquillo, no seguimos ayudando, unos tirando del cabo y otros en metidos en el agua erizando (sujetar el barco para aguantarlo derecho) y también cuando fallece uno de nuestros convecinos, nos vamos reuniendo la gran mayoría acompañar a la familia. Pero, según mi impresión con la entrada del turismo la gente nos volvimos más individualistas. Un cordial saludo desde la Isla de La Graciosa.

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